Una novela que refleja el carácter del pueblo islandés es
Gente independiente, del premio Nobel Halldór Laxness.
Halldór Laxness (1902-1998) está considerado el más
importante de los escritores islandeses del siglo XX. Es autor de más de
sesenta libros, traducidos a cuarenta y trres idiomas. Su obra alcanzó difusión
mundial al recibir, en 1955, el Premio Nobel de Literatura. Fue la principal figura literaria de su país, y todos los escritores
actuales islandeses resultan incomprensibles sin él: para seguirlo, para
acompañarlo o para enfrentarse a él. Laxness
fue siempre un escritor comprometido social y políticamente, algo frecuente en
las literaturas nórdicas.
Gente independiente es un libro para comprender Islandia,
para saber cómo son sus habitantes y de qué manera consiguieron sobrevivir en
un país incómodo y frío. La novela transcurre a principios del siglo XX, en una
sociedad cerrada, supersticiosa e ignorante. Este contexto permite aceptar
mejor al protagonista, un personaje tan duro que llega a resultar antipático.
Es una obra realista y comprometida, cargada de tragedia y poesía, a la manera
de las sagas medievales islandesas.
DESARROLLO
Con una construcción equilibrada y sólida que atrapa y
conmueve, la novela narra la vida del campesino Bjartur de la Casa Estival, un
destino guiado por la convicción de que un hombre independiente es aquel dueño
de la tierra que trabaja, y de que sólo la obstinación y el orgullo de poseerla
le permitirán superar las adversidades. Bjartur
necesitará treinta años de trabajo para convertirse en propietario. Desde sus
inicios como ovejero, conocerá los cambios que transforman Islandia en un país
moderno, industrializado, pero su indiferencia hacia todo lo que sucede más
allá de la granja, le sitúa fuera de la historia, en un lugar atemporal, que
sólo se abre al mito, a las fuerzas primordiales del instinto o a la necesidad
de despojamiento del alma ante lo elemental. Su escepticismo religioso no
excluye el afán de absoluto, la vocación de fundirse con algo trascendente, que
en este caso no se identifica con lo sobrenatural, sino con un pegujal que
permite realizar su sueño de independencia. La ferocidad de este ideal
justifica la desgracia de la familia, que no comprende su disposición a
inmolarlo todo por una pequeña propiedad en medio del páramo. Su esposa pierde
la razón, los hijos emigran o se entregan a la lucha política. Sólo Bjartur
conserva su fidelidad a la tierra. La invocación de lo telúrico no está exenta
de poesía, pero tampoco es ajena a la utopía de los fascismos. Bjartur escribe
poesías que respetan los metros tradicionales, cuartetos rimados que evocan la
lírica medieval, mientras Einar, otro granjero, utiliza el verso libre. La
postura de Bjartur recuerda las teorías de Heidegger, según el cual “la poesía
es el lenguaje original de un pueblo histórico”. Su inadaptación al mundo
moderno contrasta con la prosperidad de Einar, que no percibe el crecimiento de
las ciudades como una amenaza, sino como la aparición de un espacio donde el
hombre se encuentra con el hombre, resguardándose de la hostilidad de la
naturaleza.
Muchas personas dicen que los islandeses son como
Bjartur, y que son un pueblo pacífico y luchador que se ha visto obligado a lo
largo de su historia a reponerse de innumerables catástrofes naturales, del
aislamiento geográfico y político de Europa, a lograr pacíficamente su
independencia de Dinamarca (el 17 de junio de 1944) y ahora, tras la crisis
financiera que hundió económicamente al país en octubre de 2008, a recuperar su
prestigio como nación.
Precisamente esta novela trata, en buena parte, de la
muerte de la antigua Islandia, de aquel país inhóspito creado de la nada por un
puñado de colonos pioneros y que a lo largo de los siglos se fue apoyando en su
propia literatura para convencerse de que valía la pena seguir viviendo: a
través de los siglos oscuros del monopolio danés, un solo barco anual que supuestamente
satisfaría todas las necesidades de la isla; o de la gran erupción del siglo
XVIII, que acabó con la mitad del ganado y con un tercio de la escasa
población. O de la Depresión de 1929, que afectó con especial virulencia a la
débil economía del país, limitada a una agricultura que no daba ni para la subsistencia,
una pesca que sólo entonces empezaba a buscar mercados extranjeros, y una
ganadería de ovejas que representaba lo más importante de la vida rural... de
la vida islandesa.
Esta novela presenta una escritura luminosa que conserva
ecos de las sagas medievales islandesas y que nos transmite sin
sentimentalismos el amor y la cercanía del autor a sus personajes.
Gente independiente es una obra más que comprometida: no
sólo frente a la situación social, económica y política del país y sus cambios,
también frente a la "Islandia eterna" de ovejeros, granjeros y
poetas. La tensión entre los poemas al estilo antiguo y los modernos, tan
presentes en el libro, es un reflejo directo de las alteraciones que, en
aquellos momentos, estaban haciendo tambalearse las más antiguas tradiciones
del país; igual que las ovejas mismas, eje central del libro, al decir del
mismo dejar morir a la mujer y a los hijos para intentar salvar una sola
cordera, o donde es posible echar de casa a una hija y dedicar las horas a
vigilar el ganado para protegerlo de cualquier peligro. Suele considerarse como
una novela del realismo socialista, pero va más allá de éste, al que Laxness mismo
criticó por lo simplista de sus planteamientos.
CONCLUSIÓN
Puede ser difícil leer
Gente independiente, dejándose llevar
por la tragedia, por el humor y la ironía de la historia de ese hombre que sólo
busca su propia independencia, y al mismo tiempo fijarse en las aportaciones
formales, estilísticas, compositivas, del escritor islandés, quien recibió el
premio Nobel en 1955 por una obra que, sin duda, con su crudeza y su
progresismo indudables, da voz al idealismo sobre el futuro del ser humano.
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